domingo, 23 de mayo de 2010

El negocio del arte es un sistema de celos

Por Adolfo Vásquez Rocca

 "El registro, la documentación y el tránsito de obras se ha emancipado del fetiche sacralizador del Museo. La consigna de Adorno del museo como mausoleo anunciaba ya la puesta en circulación de las obras, su operación de fuga o salida hacia el público por otro medio, hacia la interactividad que la Web posibilita; la de sus galerías virtuales, sus espacios telemáticos, sus portales de arte y revistas digitales.

Esta insubordinación de las obras, y el abandono del museo, ha radicalizado la desconfianza de la institucionalidad del Arte sobre los medios y tecnologías digitales. De allí que la industria cultural haya tomando recaudos respecto de los derechos a la exhibición, la propiedad intelectual de las imágenes –sometiendo cada vez más a la cultura a una lógica mercantil y del espectáculo– socavando con ello el potencial crítico de la producción visual, convirtiéndola en una práctica soft y cosmética, políticamente correcta. La institucionalidad cultural se dota así de sus sistemas inmunológicos para reeducar el exabrupto y librarse de las cáusticas estrategias con la que los artistas han querido instalar debates política y socialmente relevantes en la agenda iconográfica del inconsciente colectivo del continente.

Pese a todo –no somos ingenuos– el negocio del arte es un sistema de celos. En él la función de las obras consiste en convertirse en objetos de deseo. En cuanto una obra atrae el deseo, aparecen a su lado las rivales queriendo apropiarse del anhelo de que disfruta. En todos los objetos brilla el anhelo de los otros. El mercado los hace sensuales, el hambre de deseo los hace bellos, la obligación de llamar la atención genera lo interesante.
Desde hace dos siglos está en marcha el aburguesamiento de la codicia. Tras la alta burguesía, esa codicia también ha abierto una creciente sensualidad a las clases medias.[...] La cuestión ya no es la de ser pintor, vídeoartista o instalador, la de manejar los medios del arte, sino que la cuestión es la del estar-presente y más aún, de ser visible en la escena de los medios. De este modo, tenemos que la posmodernidad no produce tanto un nuevo arte como arte para un nuevo medio. [...]Paralelo a estas elitistas prácticas mercantiles y al obsceno gusto decorativo e indigesto en auge, se produce una tendencia a aligerar el Arte de su contenido crítico, de su actitud transgresora, innovadora y –por momentos– corrosiva, se trata de una particular tendencia a despolitizar y abaratar conceptualmente el Arte, restándole toda fuerza de ruptura e innovación. El arte contemporáneo ha dejado de ser cáustico como lo fueron las vanguardias de principios del siglo XX. No debemos ser ingenuos y pensar que el arte de hoy ha  roto radicalmente con la tradición sacralizadora de las Bellas Artes del siglo pasado, hacerlo significaría subestimar cándidamente la habilidad con que el sistema de convenciones institucionales ha logrado reingresar constantemente el gesto iconoclasta al inventario calculado (razonado) de las desviaciones permitidas, para neutralizar el ademán irreverente y reeducando el exabrupto."  

Texto completo en : http://replica21.com/archivo/articulos/u_v/542_vazquez_abandono.html

Hay un curiosa relación entre el arte y el entretenimiento parecida a la que hay entre ciencia  y tecnología. La industria del entretenimiento se alimenta del arte.

El mundo cultural, que en teoría deja libertad al creador y luego en posesión del objeto artístico producido busca la porción del mercado que pordría estar interesado en él, tiene unos grandes márgenes de incertidumbre, un riesgo bastante inaceptable.

Esta costumbre aristocrática del coleccionismo de arte, heredada de la burguesía, financió la creación y el desarrollo de museos e instituciones de fondos públicos, generadores a su vez de carreras universitarias especializadas y una industria editorial de sucedaneos ( no originales ) para pequeños burgueses,  prestigio social a quienes se interesan por el arte y poder a aquellos poseedores de los objetos.

Todo esto me trae a la cabeza una conversación con mi padre hace años ya , en la que discutíamos sobre la necesidad de la existencia de artilugios como los Ferrari y demás coches de lujo. Mi padre  como buen gallego me respondía " no te preocupes de las cosas de los ricos...hasta que seas rico"

¿ acaso se ha convertido el arte en el eufemismo del ocio ? Tal vez lo fue siempre. 
El arte es lo que es, a todo lo que se sale de ese mercado tendremos que buscarle otro nombre.

Hugo A. González Santeiro















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